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Así / Alvar Enciso: Así nos clasificamos al Mundial’99



Por Alvar Enciso 

La gente recuerda el partido contra Portugal en Murrayfield, el que nos clasificaba definitivamente a aquel Mundial de 1999, pero para llegar a ese partido, antes hubo que ganar otros. Tuve el honor de jugar todos los encuentros de aquella clasificación, los seis, y casi siempre con el 13 a la espalda.

Recuerdo que desde que Bryce Bevin vino a España, en el año 1996, ya se hablaba de la posibilidad de un camino factible para poder clasificarnos para un Mundial, en este caso, el más cercano: el de 1999. La clasificación para la anterior Copa del Mundo, de 1995, era inviable: había una fase previa que se jugaba en Lisboa en 1993, donde debuté en la Selección con muy buenos recuerdos. En ella había que superar a Suiza, Bélgica y Portugal, pero, una vez superada esa fase, teníamos que ganar a la Gales ganadora del Cinco Naciones en Madrid, cosa que no hicimos. 

En el largo camino para el Mundial de 1999 teníamos una posibilidad factible eludiendo, de primeras, a las grandes potencias del Cinco Naciones. Nos hablaron de ocho "pasos" para quedar encuadrados, como ocurriría finalmente, en un grupo con un equipo del Cinco Naciones (fue Escocia), sí, pero evitando a Rumanía y Georgia y clasificando dos por grupo.

Sin embargo, el primer partido que recuerdo como más relevante fue contra Rusia, en el Central, que se planteó como una final a "vida o muerte" con una preparación durísima pero divertida con Bryce y ganamos. Eso nos permitía seguir por el camino factible con un grupo en el que también estaban Andorra (que venía de ganar su grupo en la primera ronda de clasificación), Alemania, República Checa y Portugal. En esta fase de grupos teníamos una especial responsabilidad por ser bastante viable. Siempre se hablaba de la posibilidad de ir al Mundial y del camino para llegar.
El primer partido fue contra Andorra, sobre el papel era el potencialmente más débil y así fue. Era un encuentro inédito por el lugar y la selección a la que nos enfrentábamos y para todos fue un partido en un "barrizal" pero que sacamos sin problemas.

El partido contra República Checa, en Santander, fue un partido mucho más duro que el de Andorra y también en "barro", pero siempre lo recordamos como el partido de la "cal viva". Las líneas marcadas con cal hicieron reacción con el agua y algunos jugadores sufrieron fuertes quemaduras. Por si no hubiera sido suficiente, durante el tercer tiempo, se pegaba la camisa a la piel, pero seguíamos avanzando.

El partido en Heidelberg contra Alemania también nos lo tomamos como otra final. Los alemanes se habían reforzado con jugadores sudafricanos y habían tenido en el grupo buenos resultados. Además, jugábamos fuera de casa: si ganábamos estaba bastante cerca el pase de ronda. El partido fue complicado, pero lo ganamos también. Lo recuerdo con mucha presión, todos sabíamos que perder era quedar fuera de la primera opción real de ir a una Copa del Mundo. 

Todas estas situaciones, estos partidos con sus concentraciones y todas las vivencias que los rodeaban fueron formando un gran grupo. El último partido de la ronda, el que nos dejaría en el grupo final clasificatorio, fue contra Portugal en el Martinez Valero, en Elche, todo un estadio de fútbol que se "llenó" con unas 12.000 personas.

Pero, a pesar de los progresos, pronto llegó la época de la que peor recuerdo tengo con diferencia de todas las que he disfrutado en el rugby y en la selección. Llegué a pensar que quizá no nos clasificaríamos. La FER cambió de manos, se cambió el seleccionador, se cambiaron jugadores, se incorporaron jugadores profesionales franceses seleccionables y se eliminaron las condiciones de becas prometidas desde el inicio. El capitán trató por todos los medios presionar como pudo para evitar que se dinamitara la idea origen desde aquel partido contra los rusos, pero, después de multitud de reuniones, llamadas y discusiones, la FER se salió con la suya y el ambiente interno se enrareció muchísimo con enorme distanciamiento. 

Contra Portugal en Murrayfield, la "gran final"
 
Llegó la última ronda y nos tocó Escocia y, de la fase anterior, Portugal. Habíamos disputado varios partidos contra Portugal jugándonos mucho, pero esta era "la gran final": el que ganara iba al Mundial ¡y se acabó! Ya no había más opciones, porque la repesca era muy complicada.

Era la última fase, y todos manteníamos y continuábamos con esos nervios y tensión generados por lo que nos estábamos jugando, a lo que se sumaba la situación enrarecida con la situación de la nueva FER. Pero el grupo enseguida volvió a unirse fuerte entre jugadores (la mayor parte llevábamos mucho camino andado), aunque varios grandísimos jugadores a raíz de los cambios quedaron fuera. La concentración fue intensa en cuanto número de entrenamientos y recuerdo cómo te recorrían los nervios el cuerpo cuando entrenamos en Murrayfield, justo antes del partido clave.

Sabíamos que era un momento histórico e irrepetible para todos. Éramos conscientes de que era nuestra opción y que difícilmente lo podríamos tener otra vez tan cerca. Algo que recordamos todos fue la sensación que nos pasó por la cabeza cuando, en la primera parte, bastante al principio, José Díaz fue expulsado por el árbitro… ¡60 minutos por delante y con 14! Tuvimos unos cuantos minutos malos, pero el equipo se rehízo increíblemente y, después de una "batalla" y mucha lucha, nos hicimos con el triunfo y la clasificación.

Aquel partido fue muy táctico, con muchísimos errores por ambas partes, quizá poco vistoso, pero supimos aprovechar nuestras ocasiones y al final lo conseguimos. Se te pasa fotográficamente todo lo vivido mientras vas abrazando a todos los compañeros. Del tercer tiempo no recuerdo mucho, lo cual es buena señal, pero sí recuerdo “The Three Quarters”, el gran bar de rugby de Chalmers y Townsed, los históricos tres cuartos escoceses.

Quedaba el encuentro contra Escocia, el que cerraba el triangular. De ese partido no tengo un buen recuerdo; es más, diría que lo tengo muy malo: nos dieron una paliza bestial, pero nosotros estábamos a otra cosa, ¡ya estábamos clasificados! Cuando sufres tanta tensión y tanta concentración y logras un objetivo tan importante, es imposible la motivación de después y era Escocia en su casa, claro. Los escoceses no querían que contara como partido internacional, hecho que me parece una gran falta de respeto, y en él debutó Pattersson, que fue luego un jugador muy relevante para ellos.

Ya en el Mundial se juntó que la sede de nuestro grupo estaba en Escocia y que coincidieron dos países debutantes (el otro fue Uruguay) en el mismo grupo de las potentes Sudáfrica y Escocia. Eso propició que no hubiera el ambiente de Cardiff, la sede central del Mundial, y que pareciera más un encuentro internacional entre las potencias fuertes.

Entrenamos mucho durante la competición: el éxito era estar, pero, curiosamente, se nos presentaba la oportunidad de ganar un partido en una copa del mundo, contra Uruguay, cosa que, por aquel entonces, era algo increíble. Aquello nos hizo tener una primera parte del mundial con la responsabilidad de conseguirlo o, al menos, intentarlo. Competimos muy bien en los tres partidos y, aunque se nos fuera la posibilidad de victoria por poco contra Uruguay, creo que deportivamente nos sentimos todos muy orgullosos. 

El partido contra Sudáfrica, con varios campeones del mundo vigentes, fue fantástico y el broche contra Escocia también fue bueno, rebajando en 40 puntos lo que pasó en el clasificatorio y pitándonos el final del partido a escasos centímetros de la zona de marca. No nos olvidemos que el rugby en España era completamente amateur en esa época, mientras que el del resto del Mundial era ya profesional.
 
Fotos: Federación Española de Rugby




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